Reflexiones sobre el deporte – ensayo

En primer lugar, lo he presentado al certamen literario de mi instituto. Este ensayo trata responde a la pregunta: ¿por qué el deporte es tan importante? Está dividido en párrafos según sus ventajas tanto a nivel personal y grupal. Para hacerlo me he basado en mi experiencia personal y en los testimonios y casos de éxito de deportistas de élite y amateur. Elegí este tema porque el deporte siempre ha ocupado un papel muy importante en mi vida y porque creo que cada vez se hace menos en países desarrollados y en un mundo en el que se quiere tener todo al momento sin esfuerzo previo. El deporte es un propulsor de vidas capaz de salvarlas, hacerlas más divertidas, desarrollarlas y animarlas a sobrepasar los límites más lejanos.

El ensayo:

El deporte es el medio por el que fluyen los deportistas. Se trata del canal por el cual estos se desarrollan física y mentalmente en un ambiente de mejora constante. El espíritu del deportista es poco materialista y basado en el progreso. De esta manera, los resultados no son lo que mueven a un deportista, tampoco los récords ni las medallas, es el sentimiento de ser la mejor versión de uno mismo día a día sin importar las adversidades. El deporte es tan necesario como el comer o el dormir: al igual que estas acciones, contribuye a una vida saludable y longeva. En adición, todos los valores que transmite son extrapolables a otros ámbitos de la vida, por lo que es un comienzo excelente para cualquier proyecto o desarrollo personal.

En primer lugar, gracias a él, a edades tempranas los jóvenes comienzan a entender sus derrotas y errores como un ejercicio de crítica constructiva. El deporte nos indica cuando fallamos de forma clara. Además, nos demuestra que levantándonos cuando nos caemos, nos volveremos a caer, pero que tras varios intentos habrá una mejora significativa. Michael Jordan reflexionó: «He fallado más de 9000 tiros en mi carrera, he perdido casi 300 partidos, 26 veces me han confiado el tiro ganador del partido y he fallado, he fracasado una y otra y otra vez en mi vida y es por ello que tuve éxito». Es por esto que el deporte nos hace tomar perspectiva haciéndonos ver que las dificultades y el miedo al fracaso nos acosan, pero eso es solo la ladera de la montaña y nuestra actitud frente a lo que queda de recorrido es determinante para llegar a la cima. Siendo solo niños podemos ver nuestros primeros éxitos y ejemplos de superación gracias al deporte.

El jugador de la NBA Stephen Curry declaró impecablemente “El éxito no es un accidente, el éxito es una elección”. El deporte nos enseña que no se puede asumir que cuando estemos subiendo la montaña nos vayamos a encontrar un teleférico que nos lleve a la cima. Es cierto que el sacrificio que hacen los deportistas para llegar a la cumbre es inmenso, y eso es porque no hay fórmulas mágicas ni casualidades, solo esfuerzo y resiliencia ante las adversidades. De hecho, la disciplina y el compromiso desarrollados al hacer deporte son extrapolables a otros ámbitos como el trabajo o las relaciones interpersonales, cuyo abandono significaría la pérdida de las mismas. La mentalidad del deportista es implacable, puesto que ha sido fortalecida a través de sudor y sangre.

La competitividad, un valor tan odiado y amado al mismo tiempo que involucra el deporte directamente es esencial en un mundo con tanta competencia. La competitividad es el arte de la astucia, de la mejora constante, de la creatividad, de la mentalidad de campeón; pero también de la deportividad y la empatía. Para ser el mejor es necesario querer serlo, tener ambiciones y objetivos y enfrentarse a la competencia para conseguirlos de forma legal y respetuosa. La competitividad es vista por muchos como la enfermad de esta sociedad capitalista y reiteradamente se asocia con el individualismo. Pero es que, sin ella, sin ese combustible capaz de acelerar cualquier proceso, no hubiésemos avanzado tanto científicamente, socialmente y moralmente. Por ejemplo, el primer viaje a la luna fue gracias a la competitividad existente en la carrera espacial entre EEUU y la URSS. Por otra parte, a una escala menor, la competitividad podría permitir que varios amigos “luchen” por ver quién saca más nota o quién corre más rápido. Todos estos casos se pueden efectuar de forma sana y sin conflictos y provocan una mejora indirecta en muchos aspectos aunque el objetivo sea ser el mejor. El deporte nos incita a seguir luchando y a aumentar nuestra competitividad.

Nelson Mandela reveló: “El ejercicio es clave para la salud física y de la mente”. En efecto, el deporte tiene la capacidad de paliar, por ejemplo, el estrés, la soledad, la obesidad y puede mejorar significativamente el estado de enfermos de cáncer y otras muchas enfermedades graves. Asimismo, es capaz de aumentar la esperanza de vida de cualquier persona hasta cuatro años si se realiza regularmente. Hacer deporte es sinónimo de estar sano y de quererse a uno mismo. El deporte induce la felicidad y la autorrealización de las personas que lo practican puesto que produce una satisfacción duradera tras cada entrenamiento y pequeña o gran victoria.

¿Quién cuando ha sido pequeño no ha tenido algún deportista como ídolo? Cuando somos pequeños y hacemos deporte engrandecemos mucho más la figura de los deportistas de élite que practican nuestro mismo deporte. El deporte está lleno de casos de éxito que han pasado unos inicios muy precarios. Efectivamente, muchos de los mejores del mundo vienen de familias humildes; entre ellos Cristiano Ronaldo o Lionel Messi, cuyo éxito proviene de aferrarse a su pasión y darlo todo para convertirse en el siguiente Maradona o el siguiente Pelé. Lo que quiero decir es que el deporte no discrimina por razones económicas o de procedencia, da la oportunidad a cualquiera de ser exitoso y solo hace falta fijarse en nuestros ídolos para que nos guíen en nuestro camino.

 De igual modo, desarrolla el trabajo en equipo, una habilidad muy valorada en la vida en general y en el deporte en particular. El deporte nos enseña a asumir roles específicos en un equipo y a pensar no solo en nosotros, sino también en los demás. Un equipo de cualquier deporte es como una empresa en miniatura en la que hay un presidente o empresario que establece los valores y la estrategia del equipo, un entrenador que trata de sacar lo mejor de los “trabajadores” y los jugadores, cada uno especializado en un campo, por ejemplo, defensa o ataque. Gracias a esta pormenorizada organización, los deportistas aprenden desde pequeños cuáles son sus obligaciones y las de los demás con el fin de tener una sinergia o conexión perfecta entre todos los integrantes.

El deporte es el trabajo de unos pocos, el antídoto de otros, el pasatiempo de algunos y la pasión de muchos. Proporciona una forma de expresarse sin tener que hablar o escribir, una forma de amar sin la necesidad de otra persona, una forma de consolidar relaciones con otros deportistas sin tener que buscarlas y una forma de ser feliz con muy poco: sin ser rico, inteligente o guapo. El deporte ha sido, es y será el mejor compañero del ser humano

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